miércoles, 2 de junio de 2010

Texto exposítivo

Mi blog se llama Pitinga Junior porque me gusta y lo he puesto con ese tipo de letras porque tmabien me gusta.Sirve para hacer los trabajos de Creación Literaria.

Crítica Alicia en el pais de las maravillas


La película de Alicia en el pais de las maravillas me ha gustado.
Por una parte me ha parecido aburrida , pero luego cuando empezaba la acción me ha parecido muy divertida.

miércoles, 14 de abril de 2010

Canción Se que tendrás que llorar

Escojo esta canción porque me encanta la letra y como la cantan y habla sobre una niña que ya ha crecido y le dice a su padre que tiene que hacer su vida y echar a volar.


Que fuiste el primero en darme una caricia,
En decirme te quiero a traves de una sonrisa,
Cariciarme el pelo, tocarme en la carita
decirme en un suspiro, que niña mas bonita.
Cuentan en aquellas noches, en las que yo no dormia,
Asomaito en la cuna, la baba se caia.
Cuentan que me decia ojala no crezcas nunca,
que bonita es mi niña, que no se valla nunca.
Por eso quiero recordarte,
aquellos momento que vivi junto a ti.
Por eso quiero recordarte,
que pase lo que pase no me olvido de ti,
No me olvido de ti.
Se que tendras que llorar,
pero la vida sigue quieras o no lo quieras,
tendre que hacer mi vida,
e irme de tu vera, tendre que echar a volar.
Se que tendras que llorar,
pero la vida sigue quieras o no lo quieras,
tendre que hacer mi vida,
e irme de tu vera, tendre que echar a volar.
Llegaba el momento en el que tu te marchabas,
al maldito trabajo que de mi te alejabas.
rezaba todas las noches, y a dios yo le pedia,
no lo mandes tan lejos, que estes al lado mia.
Por eso quiero recordarte,
aquellos momento que vivi junto a ti.
Por eso quiero recordarte,
que pase lo que pase no me olvido de ti,
No me olvido de ti.
Se que tendras que llorar,
pero la vida sigue quieras o no lo quieras,
tendre que hacer mi vida,
e irme de tu vera, tendre que echar a volar.
Se que tendras que llorar,
pero la vida sigue quieras o no lo quieras,
tendre que hacer mi vida,
e irme de tu vera, tendre que echar a volar.

Crítica Cuento de Navidad


Yo no fuí a ver la película Cuento de Navidad.
Pero me he leído el libro y lo que intenta esa película es transmitir un mensaje.
Que no hay que ser egoísta con los demas,pues en el cuento el éra muy avaro, y lo quería todo para él mismo.
En está época de Navidad lo que hay que hacer es compartir.
Y no solo consiste en los regalos, no ,consiste tambien en disfrutar estos dias en familia en paz y armonía.

En el jardín de Lerín


En el jardín de Lerín
hay una rosa muy hermosa,
una margarita muy bonita y
un clavel que huele a miel
que parece de papel.
Ese jardín parece de un cuento de hadas,
pues todas las madrugadas
se escucha el cantar de los grillos,
mientras los lirios florecen contentos y radiantes,
y a su vez sale la luna sin timidez ninguna
en el jardín de Lerín.

Los dos conejos.


Por entre unas matas,
seguido de perros,
—no diré corría—,
volaba un conejo.

De su madriguera
salió un compañero
y le dijo: «Tente,
amigo, ¿qué es esto?»

«¿Qué ha de ser? —responde—;
sin aliento llego...
Dos pícaros galgos
me vienen siguiendo».

«Sí —replica el otro—,
por allí los veo...;
pero no son galgos».
«¿Pues qué son?» «Podencos».

«¿Qué? ¿Podencos dices?
Sí, como mi abuelo.
Galgos y muy galgos;
bien visto lo tengo».

«Son podencos, vaya,
que no entiendes de eso».
«Son galgos, te digo».
«Digo que podencos».

En esta disputa
llegando los perros,
pillan descuidados
a mis dos conejos.

Los que por cuestiones
de poco momento
dejan lo que importa,
llévense este ejemplo.

No debemos detenernos en cuestiones frívolas, olvidando el asunto principal


Tomás Iriarte

jueves, 11 de febrero de 2010

La letra pequeña.


Todo seguía según lo previsto en la víspera de Halloween. Inexplicablemente, había sido elegida por la dudosa fortuna para organizar la fiesta otro año más. Y la calificaba de tal modo porque sospechaba de mis tres íntimas amigas de toda la vida. Cuatro veces seguidas eran demasiadas. No es que me importara demasiado prepararlo todo, pero sentía que se burlaban de mí a mis espaldas. En esta ocasión, sería María la que pasaría una noche terroríficamente divertida.Las farolas no se demoraron en Pamplona. En la calle, los más pequeños, disfrazados de seres de pesadilla, disfrutaban con gran júbilo de la mágica noche de los difuntos. Iban de puerta en puerta con el tradicional “Truco o Trato” llenándose los enormes bolsones de caramelos, pastas y chocolatinas. En las viviendas, las habitaciones estaban decoradas con precisión para crear ambiente, donde no faltaba la parafernalia habitual encumbrada por las tarántulas colgantes del techo, las brujas estampadas en las paredes y las inquietantes calabazas incandescentes de tétrica estampa. Mi madre y mi hermano habían salido con la vecina clara y no volverían hasta entrada la madrugada, por lo que nada ni nadie podría estropear mi broma sublimemente perpetrada.Por fin llegaron las once en punto. El timbre, manipulado para tan especial momento, sonó como si fuese un lobo aullando a la luna enlutada que honraba con su presencia. Me cercioré de que todo estaba dispuesto y abrí la puerta. Delante de mí, María, vestida de espantapájaros, azotaba a Elena y a su hermano Josefina con un ramal de paja, mientras éstas, de vampiresas, rechazaban sus vaivenes con la mano y le despojaban de su otro brazo prefabricado. Después de pedirles que terminaran con sus jueguecitos de críos, eché la llave y pasamos al salón de bienvenida. Fue entonces cuando comencé a experimentar una sensación de cierta maldad en mí difícil de describir. Sus rostros, risueños y despreocupados, se tornaron serios y rígidos al verse sumergidos en una oscuridad espesa, débilmente atenuada con una docena de velas dispuestas en círculo sobre el mesón de caoba. Se miraron las unas a las otras como si no entendieran qué demonios significaba aquello, y Josefina, que solía ser la voz cantante del grupo, balbuceó:–Da… Daniela, esto da miedo de verdad, amiga, te has lucido con la presentación, pero no se ve bien con poca luz, será mejor que…–¿Estoy oyendo bien? –le interrumpí–. Un espantapájaros… ¿espantado? Descuida. La luz es la adecuada para esta magnífica velada. Pero, Naiara¿no vamos a salir de casa en casa como siempre o…?–Que no, Elena, esta vez nos divertiremos con un juego… especial. El que quiera marcharse ya sabe donde está la salida. Una vez iniciada la sesión no es recomendable dejarla a medias –fingí enfadarme mientras negaba con el dedo índice Alejándome de las tres pobres asustadas, subí las escaleras y entré en mi dormitorio. Me encaminé al armario y busqué entre la multitud de libros el juego mesa durante unos instantes. Ya en mis manos, regresé al salón mientras las chicas observaban absortos el programa Entrevista con el vampiro del castillo embrujado. Entonces, aguándoles los minutos de relajación que se habían permitido, apagué el televisor y reclamé su atención entonando una carcajada malévola:-Ouija. El juego conocido por todos donde un grupo de personas procura comunicarse con el más allá. El funcionamiento es claro: alentar la aparición de entidades espirituales por medio de preguntas concretas. Como reglas a tener en cuenta, dos: nunca se debe provocar a la entidad ni abandonar si el espíritu en cuestión no lo considera oportuno.
Las semblantes incrédulas de mis amigas no lograron articular gesto. Atenazadas, tal vez, por la influencia imperceptible del tablero místico invocador, se encontraban todas en una pose demoledora, con piernas y brazos entrecruzados sin pestañear lo más mínimo, atentos a cada uno de mis movimientos mientras preparaba la escena. Situé la tabla en el centro del mesón, rodeada de las doces velas, y me senté en el sillón de terciopelo individual con reposabrazos para zurdos. Acto seguido, primero Josefina y justo después Eloena y daniela simultáneamente, se arrimaron para alcanzar a ver mejor.–Comencemos. Necesitamos concentrarnos para evocar espíritus. Para ello, nos cogeremos de las manos, cerraremos los ojos e intentaremos dejar la mente en blanco.Tras considerar que la primera fase de sugestión a la que estaba sometiéndoles era suficiente, proseguí:–Bien. Ahora, coloraremos nuestros dedos sobre el indicador e iniciaremos el contacto. El tablero era clásico. Las letras, divididas en dos grupos arqueados, estaban custodiadas desde las esquinas por seres y astros antropomorfos. Tampoco faltaba la numeración del uno al nueve y el “good bye”.Una de las velas se consumió por completo esculpiendo en sus cenizas una sugerente figura. Miré alternativamente a cada una y luego me cercioré de si estaban preparados. Tras esto, decidí dar comienzo la sesión:–¿Hay alguien ahí? ¡Habla para que podamos escuchar! –exclamé con vehemencia para imprimir más veracidad Silencio sepulcral. Tanto era así que las palabras aún resonaban en mis tímpanos. Las llamas vibraron y Josefina soltó un chillido nervioso que asustó a las hermanas, ambas cariacontecidas. El ambiente, cargado de una tensión casi palpable, resultaba asfixiante por la respiración contenida de los tres, pendientes de que la tablilla indicadora reaccionase. Aprovechando el estado de ensoñación en que estábamos inmersos, con movimiento sutil y calmado, desplacé a la testigo hasta la consiguiente respuesta: “S – I”Elena se llevó la mano a la boca y las otras dos parecieron tragar saliva, con los brazos tiesos sin despegarlos de la tablilla. Mi leve sonrisa, que después recompuse por un gesto más acorde, mostraba la felicidad que seguro habían sentido ellos cuando hacían trampa en el sorteo de nombres, pero la mía era maquiavélica. Tal vez había descubierto un hobby; tal vez me gustaba infundir temor. Luchando por no revelar esa emoción cada vez más dominante, continué con la farsa:–¿Eres un mensajero de Dios? ¿Un mensajero del Diablo?Con una desatada rapidez sorprendiéndome a mí misma, moví con habilidad hasta formar las palabras de ultratumba. El sonido al rasgar la madera macilenta era tan auténtico que me erizó el poco vello viviente en mi cara.“S - O - Y - U - N - E - S - P - I - R - I - T - U - E - R - R - A - N - T – E”–¿Eres bondadoso? –inquirió Josefina de improviso de un salto, antes de que pudiera seguir con mi guión preestablecido.En ese preciso momento, decidí avivar aún más la llama del miedo. Apesadumbrados por una oscuridad impregnada hasta los huesos, era la hora de los efectos paranormales. Actuando con la presteza del buen mago, accioné un botón bajo la mesa que removió la misma. El repiqueteo del testigo indicador sobre la ouija hizo que josefina y Elena quitaran de inmediato sus dedos y separaran la mano de Daniela, que todavía mantenía posada a merced de una profunda sugestión. Aquello me excitaba. Me sentía poderosa y todavía quería más. Por primera vez en mucho tiempo, no sentía remordimientos con ejercer de siervo del mal. La broma, la gran broma, estaba resultando tremendamente satisfactoria. Pero aún quedaba la traca final. La guinda estaba aún por llegar.“N - U - N - C – A”Enderecé las velas caídas e intenté calmar a las chicas, que dando palos de ciega, buscaban el interruptor como si fuese lo último en vida. Les dije que no podían abandonar, pero ellas hicieron caso omiso de mis advertencias. –¡Vayámonos de aquí, es un espíritu maligno, es un demonio! –gritó Josefina desencajado y casi sin voz–Dani… Daniela, ¿dónde estás? ¡¿Dónde estás, Elena?! ¡Por Dios, dime algo…!Aprovechando el desconcierto reinante e imposible de detener, aproveché para dar el toque maestro, a pesar de que me hubiera gustado alargar más el juego:–Espíritu… ¡manifiéstate, manifiéstate!El chasquido seco del pomo de la puerta de entrada paralizó el caos. Un chirrido infinito arañó la estancia, enmudeciéndonos. Bajo el dintel, la efímera silueta de una mujer apareció. Miraba con ojos tiernos a la nada; feliz, inocua. Probablemente, era lo más hermoso que había visto en mi vida. Josefina, Elena y Daniela permanecían estáticas, casi catatónicas. Sin lugar a dudas, la aparición estelar a cargo de la tienda de bromas Halloween’s Jokes estaba siendo ejecutada con maestría. Los rostros pétreos de mis amigas bien valían una foto para recordarles sus trampas. Corrí al dormitorio y saqué del segundo cajón del escritorio la cámara instantánea. Una vez comprobado el carrete, salí disparada directa a por la captura que serviría como seguro por si querían devolvérmela en un futuro. Cuando llegué no había nadie. Ni rastro del actor ni de los chicas. En ese momento maldije mi tardanza.A la mañana siguiente, de camino al Instituto, recibí la llamada de Elena. Su voz sonaba lejana. Intenté pegar el oído al auricular pero resultó en vano. Miré la batería y observé que estaba completa. Seguí intentando, aunque no hubo manera de conseguir discernir algo claro, así que no tuve más remedio que desistir. Giré por la calle Monte Monjardín y luego atravesé el parque . Los barrenderos se empleaban a fondo para recoger toda la basura de la noche.Miré la hora. Iba bien de tiempo y decidí pasarme por la tienda para felicitar su gran labor; desde luego, se habían portado con la puesta en escena y el tablero trucado. Al doblar la esquina, me extrañé al ver que la tienda, a estas horas, aún estaba cerrada. Poco después un mensaje llegaría al móvil. Lo leí incrédula y sin entender qué demonios significaba:Gracias por prestar su servicio a Halloween’s Jokes. Las almas de sus víctimas pasarán reconocimiento antes de formar parte de la plantilla de entidades evocadas a través del tablero ouija, tal como usted, la firmante, estableció tras firmar el contrato. Sinceramente, Amaia Jimenez, directora de Halloween’s Jokes .Aún alucinada con aquello, saqué de la cartera la copia del contrato. Leí rápidamente de arriba abajo, incluida la letra pequeña. Aquello debía tratarse de una broma. Otra de las bromas genuinas de la tienda. No podía haber vendido las almas de mis tres amigos por no leer… la letra pequeña.

Recuerdos de una mañana de Navidad.


Los ángeles tenían cosas más importantes que hacer con su tiempo que observar si yo era un niño bueno o malo. Aun con mi limitada sabiduría de una niño de 8 años, había decidido que, en el mejor de los casos, el Ángel sólo podía vigilar a dos o tres muchachos a la vez... y ¿por qué habría de ser yo uno de éstos? Las ventajas, ciertamente, estaban a mi favor. Y, sin embargo, mamá, que sabía todo, me había repetido una y otra vez que el Ángel de la Navidad sabía, veía y evaluaba todas nuestras acciones y que no podíamos compararlo con cualquier cosa que pudiéramos entender nosotros, los ignorantes seres humanos. De todos modos, no estaba muy seguro de creer en el Ángel de la Navidad.Todos mis amigos del barrio me dijeron que Santa Claus era el que llegaba la víspera de la Navidad y que nunca supieron de un ángel que llevara regalos. Mamá vivió en América durante muchos años y bendecía a su nueva tierra como su hogar permanente, pero siempre fue tan italiana como la polenta y, para ella, siempre sería un ángel. "Quién es este Santa Claus?", solía decir. "Y, ¿qué tiene que ver con la Navidad?".Además, debo reconocer que nuestro ángel italiano me impresionaba mucho. Santa Claus siempre era más generoso e imaginativo. Les llevaba a mis amigos bicicletas, rompecabezas, bastones de caramelo y guantes de béisbol. Los ángeles italianos siempre llevaban manzanas, naranjas, nueces surtidas, pasas un pequeño pastel y unos pequeños dulces redondos de ‘orosuz’ que llamábamos bottone di prete (botones de sacerdote) porque se parecían a los botones que veíamos en la sotana del padrecito. Además, el Ángel siempre ponía en nuestras medias algunas castañas importadas, tan duras como las piedras. Debo admitir que nunca supe qué hacer con las castañas.Finalmente se las dábamos a mamá para que las hirviera hasta que se sometieran y luego las pelábamos y las comíamos de postre después de la cena de Navidad. Parecía un regalo poco apropiado para un niño de seis o siete años. A menudo pensé que el Ángel de la Navidad no era muy inteligente.Cuando cuestioné a mamá acerca de esto, ella solía contestar que no me correspondía a mí, "que todavía era un muchachito imberbe", poner en tela de juicio a un ángel, especialmente al Ángel de la Navidad.En esta época navideña en particular, mi comportamiento de un siete años era todo menos ejemplar. Mis hermanos y hermanas, todos mayores que yo, por lo visto nunca causaban problemas. En cambio yo siempre estaba en medio de todos los problemas. A la hora de la comida aborrecía todo. Me obligaban a probar un poco di tutto (de todo) y cada comida se convertía en un reto... Felice, como me llamaba la familia, contra el mundo de los adultos. Yo era el que nunca me acordaba de cerrar la puerta del gallinero, el que prefería leer a sacar la basura y el que, sobre todo, reclamaba todo lo que mamá y papá hacían, sentían u ordenaban. En pocas palabras, era un niño malcriado.Cuando menos un mes antes de la Navidad, mamá me advertía: "Te estás portando muy mal, Felice. Los ángeles de la Navidad no llevan regalo a los niños malcriados. Les llevan un palo de durazno para pegarte en las piernas. De modo que – me amenazaba – más vale que cambies tu comportamiento. Yo no puedo portarme bien por ti. Sólo tu puedes optar por ser un buen niño"."¿Qué me importa? – contestaba yo - . De todos modos el ángel nunca me trae lo que quiero. "Y durante las siguientes semanas hacía muy poco para ‘mejorar mi comportamiento’.Como sucede en la mayoría de los hogares, la Nochebuena era mágica. A pesar de que éramos muy pobres, siempre teníamos comida especial para la cena. Después de cenar nos sentábamos alrededor de la vieja estufa de leña que era el centro de nuestras vidas durante los largos meses de invierno y platicábamos y reíamos y escuchábamos cuentos. Pasábamos mucho tiempo planeando la fiesta del día siguiente, para la cual nos habíamos estado preparando toda la semana. Como éramos una familia católica, todos íbamos a confesarnos y después nos dedicábamos a decorar el árbol. La noche terminaba con una pequeña copa del maravilloso zabaglione de mamá. ¡No importaba que tuviera un poco de vino; la Navidad sólo llegaba una vez al año!.Estoy seguro de que sucede con todos los niños, pero no era casi imposible dormir en la Nochebuena. Mi mente divagaba. No pensaba en las golosinas, sino que me preocupaba seriamente la posibilidad de que el ángel de la Navidad no llegara a mi casa o que se le acabaran los regalos. Me emocionaba mucho la posibilidad de que Santa Claus olvidara que éramos italianos y de cualquier modo nos visitara sin darse cuenta de que el Ángel ya me había visitado. ¡Así recibiría el doble de todo!¿Por qué sucede que en la mañana de Navidad, por poco que se duerma la noche anterior, nunca resulta difícil despertar y levantarnos? Así ocurrió esa mañana en particular. Fue cuestión de minutos, después de escuchar los primeros movimientos, para que todos nos levantáramos y saliéramos disparados hacia la cocina y el tendedero donde estaban colgadas nuestras medias y debajo de éstas se encontraban nuestros brillantes zapatos recién lustrados.Todo estaba tal como lo habíamos dejado la noche anterior. Excepto que las medias y los zapatos estaban llenos hasta el tope con los generosos regales del Ángel de la Navidad... es decir, todos excepto los míos. Mis zapatos, muy brillantes, estaban vacíos. Mis medias colgaban sueltas en el tendedero y también estaban vacías, pero de una de ellas salía una larga rama seca de durazno.Alcancé a ver las miradas de horror en los rostros de mi hermano y mis hermanas. Todos nos detuvimos paralizados. Todos los ojos se dirigieron hacia mamá y papá y luego regresaron a mí. - Ah, lo sabía – dijo mamá -. Al Ángel de la Navidad no se le va nada. El Ángel sólo nos deja lo que merecemos.Mis ojos se llenaron de lágrimas. Mis hermanas trataron de abrazarme para consolarme, pero las rechacé con furia.- Ni quería esos regalos tan tontos – exclamé -. Odio a ese estúpido Ángel. Ya no hay ningún Ángel de la Navidad.Me dejé caer en los brazos de mamá. Ella era una mujer voluminosa y su regazo me había salvado de la desesperación y de la soledad en muchas ocasiones. Noté que ella también lloraba mientras me consolaba. También papá. Los sollozos de mis hermanas y los lloriqueos de mi hermano llenaron el silencio de la mañana.Después de un rato, mi madre dijo, como si estuviera hablando con ella misma:- Felice no es malo. Sólo se porta mal de vez en cuando. El Ángel de la Navidad lo sabe. Felice sería un niño bueno si hubiera querido, pero este año prefirió ser malo. No le quedó alternativa al Ángel. Tal vez el próximo año decida portarse mejor. Pero, por el momento, todos debemos ser felices de nuevo.De inmediato todos vaciaron el contenido de sus zapatos y medias en mi regazo.- Ten – me dijeron -, toma esto.En poco tiempo otra vez la casa estaba llena de alegría, sonrisas y conversación. Recibí más de lo que cabía en mis zapatos y medias.Mamá y papá habían ido a misa temprano, como de costumbre. Juntaron las castañas y empezaron a hervirlas durante muchas horas en una maravillosa agua llena de especias y había otra olla hirviendo entre las salsa. Los más delicados olores surgieron del horno como mágicas pociones. Todo estaba preparado para nuestra milagrosa cena de Navidad.Nos alistamos para ir a la iglesia. Como era su costumbre, mamá nos revisó, uno por uno; ajustaba un cuello aquí, jalaba el cabello por allá, una caricia suave para cada uno... Yo fui el último. Mamá fijó sus enormes ojos castaños en los míos.- Felice – me dijo -, ¿entiendes por qué el Ángel de la Navidad no pudo dejarte regalos?- Sí – respondí.- El Ángel nos recuerda que siempre tendremos lo que merecemos. No podemos evadirlo. Algunas veces resulta difícil entenderlo y nos duele y lloramos. Pero nos enseña lo que está bien hecho y lo que está mal y, así, cada año seremos mejores.No estoy muy seguro de haber entendido en aquellos momentos lo que mamá quiso decirme. Sólo estaba seguro de que yo era amado; que me habían perdonado por cualquier cosa que hubiese hecho y que siempre me darían otra oportunidad.Jamás he olvidado aquella Navidad tan lejana. Desde entonces, la vida no siempre ha sido justa ni tampoco me ha ofrecido lo que creí merecer, ni se me ha recompensado por portarme bien. A lo largo de los años he llegado a comprender que he sido egoísta, malcriado, imprudente y quizá, en ocasiones, hasta cruel... pero nunca olvidé que cuando hay perdón, cuando las cosas se comparten, cuando se da otra oportunidad y amor sin límite, el Ángel de la Navidad siempre está presente y siempre es Navidad